Hace poco me invitaron a compartir una experiencia en una convención de mujeres organizada por la SGI, y entonces escribí lo siguiente. Aunque algo distintas las vivencias que describo, en esencia es una la gran experiencia que viví y esa experiencia interna comparto a continuación.
Nací en una familia que me inculcó la fe en esta maravillosa enseñanza: el Budismo de Nichiren Daishonin del Sutra de Loto. Agradezco a mis padres por haberme transmitido esta fe más que con palabras, con el ejemplo. Con mucha convicción –y también con mucha libertad– fue que me introdujeron a esta enseñanza, la cual he adquirido desde la niñez y he mantenido a través de los años porque he ido comprobando su verdad en el transcurso de mi vida.
Nací en una familia que me inculcó la fe en esta maravillosa enseñanza: el Budismo de Nichiren Daishonin del Sutra de Loto. Agradezco a mis padres por haberme transmitido esta fe más que con palabras, con el ejemplo. Con mucha convicción –y también con mucha libertad– fue que me introdujeron a esta enseñanza, la cual he adquirido desde la niñez y he mantenido a través de los años porque he ido comprobando su verdad en el transcurso de mi vida.
A través de la
entonación del Nam-myoho-renge-kyo, el mantra que canto diariamente para llenar
mi corazón de fuerza, energía y pureza, refuerzo la idea de que mi misión en
esta existencia es transmitir felicidad, enseñando a las personas que encuentro
en mi camino el principio budista que afirma: la verdadera felicidad sólo se
encuentra dentro de uno mismo.
Desde pequeña me
enseñaron que con mi práctica budista no habría nada que no pudiera lograr.
Forjé así una personalidad soñadora y un carácter luchador. Efectivamente, iba logrando mis objetivos,
pues la entonación del Nam-myoho-renge-kyo me llenaba de energía y me daba
sabiduría para actuar de manera propicia en el camino hacia ellos. Por otro lado, emocionalmente solía ser
complicada. Crecí siendo una niña
irascible y caprichosa, e incluso egoísta a veces. Sin embargo, no fue sino hasta la
adolescencia que me tocó enfrentar verdaderamente estos aspectos de mí, pues mis relaciones inter-personales en todos los ámbitos solían ser difíciles.
Fueron mis conductas inadecuadas y sus consecuencias las que hicieron nacer en mí un gran sentimiento de culpabilidad y tristeza. Sin embargo, decidí orar mucho para revertir esos sentimientos que me causaban tanto sufrimiento. Hacía daimoku por horas diariamente y estudiaba mucho el budismo –considero que esa fue mi mejor etapa de aprendizaje budista.
Fueron mis conductas inadecuadas y sus consecuencias las que hicieron nacer en mí un gran sentimiento de culpabilidad y tristeza. Sin embargo, decidí orar mucho para revertir esos sentimientos que me causaban tanto sufrimiento. Hacía daimoku por horas diariamente y estudiaba mucho el budismo –considero que esa fue mi mejor etapa de aprendizaje budista.
Entendí entonces
que ese sufrimiento era parte de mi karma y lo que estaba viviendo no era sino
la oportunidad para transformar ese karma.
Con el paso de los días, gracias a mi oración y la internalización de lo
que iba estudiando del budismo, pude sentir en mi corazón esa verdad que afirma que la felicidad se encuentra dentro de mí misma. El buda Nichiren Daishonin
exhorta: “Jamás busque este Gohonzon fuera de usted misma. El Gohonzon existe sólo en la carne mortal de
nosotros, las personas comunes que creemos en el Sutra de Loto y entonamos
Nam-myoho-renge-kyo.” Sentir esa verdad
en lo profundo de mi corazón ha sido la mejor experiencia que he tenido en mi
vida, y la descubrí cuando atravesaba un momento emocional muy difícil, gracias
a que lo afronté con mucho daimoku y estudio de budismo.
Entonces empecé
a aplicar mucho más las enseñanzas del budismo en mi vida. Decidí enfocarme en el presente y sentirme agradecida por él.
Sentir agradecimiento por el presente es sentir agradecimiento por el simple
hecho de estar viva, valorar la vida, el instante de poder sentir, respirar,
valorar lo mediato; y entender que en ese presente tengo mucho por que luchar,
empezando por mi revolución humana, es decir mi cambio interior. Después de que experimenté la comprensión de
esa verdad en mi corazón, empecé a vivir una vida llena de gratitud; ello
irradiaba felicidad a mi alrededor, y yo compartía esa felicidad diciendo que
se debía a que yo cantaba mucho Nam-myoho-renge-kyo.
He continuado esforzándome por mantener ese sentido de la vida, lleno
de gratitud, esperanza y deseos de transmitir felicidad a las personas a mi alrededor. Aunque definitivamente soy consciente que debo
seguir puliendo las asperezas de mi personalidad. En el camino me he encontrado con personas
que me han lastimado o intentado hacerlo de alguna manera, sin embargo, mi
actitud ha sido siempre orar por la felicidad de esa persona. El Sutra de Loto enseña que todas las
personas tenemos inherente a nuestra vida el estado de budeidad y por ello son
dignas del máximo respeto. Cuando siento
algo negativo por alguna persona, recuerdo esta verdad y decido tomar la
actitud de orar por su felicidad.
Me considero una
persona feliz, lo cual no quiere decir que no atraviese dificultades en mi vida
cotidiana, pero a pesar de ello soy feliz y cuando canto Nam-myoho-renge-kyo
enfoco esa oración a la felicidad de las personas que están en mi vida, sobre
todo, amigos a quienes quiero transmitir el budismo para que ellos también
puedan experimentar la felicidad absoluta en sus vidas, la felicidad de la
alegría y gratitud por el hecho de estar vivos y que así, ellos puedan
compartir esa felicidad con las personas a su alrededor.
El 1 de
diciembre del año pasado, cumplí un año de haber recibido mi propio objeto de
veneración, el Gohonzon, y organicé una reunión con mis amistades a fin de
compartir el budismo con ellos. A esta
reunión asistieron casi todos los amigos que invité, aproximadamente 12 nuevos
amigos. Me sentí muy contenta porque
ellos pudieron conocer un poco más sobre esta enseñanza. Así, siempre transmito este budismo a las
personas con que me encuentro, y las insto a cantar Nam-myoho-renge-kyo para
que puedan ser felices a través del camino de su conocimiento interior.
Mi deseo de ser
parte de la felicidad de los demás y mi aspiración a contribuir me llevaron a
embarcarme en un proyecto comunitario en el cual trabajo actualmente. El año pasado, la institución en la que
laboro iba a botar los libros de su biblioteca.
Estando totalmente en desacuerdo con tal hecho, le pedí a los jefes que
por favor me permitieran llevarme esos libros, a lo cual accedieron sin
problema. Los libros sumaban
aproximadamente 300, con lo cual pensé que tal cantidad de libros tenía que ser
puesta al servicio de la comunidad, y así nació la idea de crear un espacio en
el que los niños, jóvenes, y personas en general tengan la oportunidad de
encontrar información y explorar temas de su interés. A medida que pasaba el tiempo y pensaba cómo
realizar esta idea, decidí que el espacio podía ser usado además para otros
fines, de esa manera, es que me propuse abrir un centro cultural. Mis padres accedieron el cederme un espacio
de su casa en Villa el Salvador y con ello empecé a coordinar con un grupo de
compañeros la apertura del centro.
Los días pasaban
muy rápido y yo no podía hacer mucho puesto que mi trabajo en la institución
para que laboro es de tiempo completo, entonces decidí que dedicaría mis
vacaciones a concretar la apertura de este centro cultural. Precisamente salía de vacaciones en
diciembre, así que pude utilizar el dinero de mi gratificación y otro extra en
los arreglos del espacio y comprar demás cosas necesarias. Agradezco a mis padres que me apoyaron para
realizar este proyecto así como a mi hermana y compañeros que dedicaron y siguen
dedicando su tiempo en el mismo.
Después de mucho
trabajo conjunto, pudimos inaugurar el local el día 22 de enero de este
año. Ese día se convirtió en uno
realmente inolvidable para mí porque era la culminación de un largo trabajo
preparatorio y el inicio de muchos sueños de todo lo que mis compañeros del
centro cultural y yo queríamos transmitir a la comunidad. Muchos artistas sumaron su contribución para
que este evento fuera realmente exitoso: ese día hubo muralización, proyección
de películas y música en vivo.
Inesperadamente tuvimos la visita del regidor de cultura y educación de
la municipalidad de Villa el Salvador, quien junto a la Sra. Elba de López
inauguraron el local. Asimismo, la
inauguración fue anunciada por la radio StereoVilla, en la que posteriormente
nos han concedido entrevistas para difundir nuestra labor. Por otro lado, nuestra inauguración fue
transmitida también por un canal televisivo local. Antes de la inauguración, mi papá, mi
hermana, la Sra. Elba y yo hicimos gongyo y daimoku por el éxito de nuestras
actividades en el centro cultural, y de tal forma es como se ha ido dando
nuestro avance.
Inauguramos el
centro cultural con el nombre “Casa Cultural Yuyay”, esta última palabra es un
término quechua que significa “recordar”.
Decidí ponerle ese nombre por la idea de conocimiento enseñada por el
antiguo filósofo Platón, quien afirmaba que el conocer no era un proceso
externo, sino más bien todo lo contrario, se trataba de un recordar, un volver
en sí, un re-descubrir, ver lo que ya se encontraba en él porque había estado
allí siempre. Considero que la
reminiscencia platónica va acorde con las enseñanzas del budismo, que afirman
que todas las verdades pueden hallarse realmente dentro de uno mismo. Y es que la Casa Cultural Yuyay se creó para
ser un espacio en el que todos, es decir, el ciudadano de a pie, pueda
manifestar el arte que está inherente a él, para demostrar que éste no es algo
exclusivo, sino más bien que es un modo por el cual el ser humano, en general,
puede hallar una forma de expresar algo más que la realidad. En ese sentido, considero que es una visión
alineada con el budismo de Nichiren Daishonin, quien basa su enseñanza en la
idea de que la budeidad no es algo exclusivo de ciertas personas, sino más
bien, un estado de vida inherente al “mortal común”.
Desde que
inauguramos, hemos venido realizando diversas actividades: en lo que tuvimos
del verano realizamos un taller de audiovisuales en el que los niños que
participaron en él hicieron su propio cortometraje con las técnicas que habían
aprendido en el taller. Asimismo,
realizamos recitales y proyecciones de películas. Este mes realizamos también un evento por el
día de la mujer, en el cual hubo música en vivo, poesía y un mural en el que
los asistentes pudieron manifestar sus pensamientos y mensajes hacia la Mujer.
El grupo de Yuyay se siente muy contento ya que en cada visita que tenemos de
un artista, este manifiesta su alegría y satisfacción por la
experiencia que tienen en nuestro espacio.
Asimismo, recibimos la visita de muchos niños quienes despiertan su
interés por la lectura cuando exploran los libros de la biblioteca que hemos
puesto al servicio de la comunidad.
Hemos realizado
un plan de actividades anual en el que cada mes se trata una temática
específica, y queremos involucrar a la comunidad en la concientización de estos
temas. Nuestro trabajo recién ha
empezado y tenemos mucho por hacer. Nuestro propósito de generar cambios en la
comunidad a través del arte, sobre todo enfocándonos en los niños y
adolescentes, no es una tarea fácil, sin embargo, nos esforzaremos para
realizarlo.