Tuesday, March 17, 2015

La Alegría de Respirar

Hace poco me invitaron a compartir una experiencia en una convención de mujeres organizada por la SGI, y entonces escribí lo siguiente.  Aunque algo distintas las vivencias que describo, en esencia es una la gran experiencia que viví y esa experiencia interna comparto a continuación.

Nací en una familia que me inculcó la fe en esta maravillosa enseñanza: el Budismo de Nichiren Daishonin del Sutra de Loto.  Agradezco a mis padres por haberme transmitido esta fe más que con palabras, con el ejemplo.  Con mucha convicción –y también con mucha libertad–  fue que me introdujeron a esta enseñanza, la cual he adquirido desde la niñez y he mantenido a través de los años porque he ido comprobando su verdad en el transcurso de mi vida.

A través de la entonación del Nam-myoho-renge-kyo, el mantra que canto diariamente para llenar mi corazón de fuerza, energía y pureza, refuerzo la idea de que mi misión en esta existencia es transmitir felicidad, enseñando a las personas que encuentro en mi camino el principio budista que afirma: la verdadera felicidad sólo se encuentra dentro de uno mismo.

Desde pequeña me enseñaron que con mi práctica budista no habría nada que no pudiera lograr. Forjé así una personalidad soñadora y un carácter luchador.  Efectivamente, iba logrando mis objetivos, pues la entonación del Nam-myoho-renge-kyo me llenaba de energía y me daba sabiduría para actuar de manera propicia en el camino hacia ellos.  Por otro lado, emocionalmente solía ser complicada.  Crecí siendo una niña irascible y caprichosa, e incluso egoísta a veces.  Sin embargo, no fue sino hasta la adolescencia que me tocó enfrentar verdaderamente estos aspectos de mí, pues mis relaciones inter-personales en todos los ámbitos solían ser difíciles.

 Fueron mis conductas inadecuadas y sus consecuencias las que hicieron nacer en mí un gran sentimiento de culpabilidad y tristeza. Sin embargo, decidí orar mucho para revertir esos sentimientos que me causaban tanto sufrimiento.  Hacía daimoku por horas diariamente y estudiaba mucho el budismo –considero que esa fue mi mejor etapa de aprendizaje budista. 

Entendí entonces que ese sufrimiento era parte de mi karma y lo que estaba viviendo no era sino la oportunidad para transformar ese karma.  Con el paso de los días, gracias a mi oración y la internalización de lo que iba estudiando del budismo, pude sentir en mi corazón esa verdad que afirma que la felicidad se encuentra dentro de mí misma. El buda Nichiren Daishonin exhorta: “Jamás busque este Gohonzon fuera de usted misma.  El Gohonzon existe sólo en la carne mortal de nosotros, las personas comunes que creemos en el Sutra de Loto y entonamos Nam-myoho-renge-kyo.”  Sentir esa verdad en lo profundo de mi corazón ha sido la mejor experiencia que he tenido en mi vida, y la descubrí cuando atravesaba un momento emocional muy difícil, gracias a que lo afronté con mucho daimoku y estudio de budismo.

Entonces empecé a aplicar mucho más las enseñanzas del budismo en mi vida.  Decidí enfocarme en el presente y sentirme agradecida por él. Sentir agradecimiento por el presente es sentir agradecimiento por el simple hecho de estar viva, valorar la vida, el instante de poder sentir, respirar, valorar lo mediato; y entender que en ese presente tengo mucho por que luchar, empezando por mi revolución humana, es decir mi cambio interior.  Después de que experimenté la comprensión de esa verdad en mi corazón, empecé a vivir una vida llena de gratitud; ello irradiaba felicidad a mi alrededor, y yo compartía esa felicidad diciendo que se debía a que yo cantaba mucho Nam-myoho-renge-kyo.  

He continuado esforzándome por mantener ese sentido de la vida, lleno de gratitud, esperanza y deseos de transmitir felicidad a las personas a mi alrededor.  Aunque definitivamente soy consciente que debo seguir puliendo las asperezas de mi personalidad.  En el camino me he encontrado con personas que me han lastimado o intentado hacerlo de alguna manera, sin embargo, mi actitud ha sido siempre orar por la felicidad de esa persona.  El Sutra de Loto enseña que todas las personas tenemos inherente a nuestra vida el estado de budeidad y por ello son dignas del máximo respeto.  Cuando siento algo negativo por alguna persona, recuerdo esta verdad y decido tomar la actitud de orar por su felicidad.
 
Me considero una persona feliz, lo cual no quiere decir que no atraviese dificultades en mi vida cotidiana, pero a pesar de ello soy feliz y cuando canto Nam-myoho-renge-kyo enfoco esa oración a la felicidad de las personas que están en mi vida, sobre todo, amigos a quienes quiero transmitir el budismo para que ellos también puedan experimentar la felicidad absoluta en sus vidas, la felicidad de la alegría y gratitud por el hecho de estar vivos y que así, ellos puedan compartir esa felicidad con las personas a su alrededor.

El 1 de diciembre del año pasado, cumplí un año de haber recibido mi propio objeto de veneración, el Gohonzon, y organicé una reunión con mis amistades a fin de compartir el budismo con ellos.  A esta reunión asistieron casi todos los amigos que invité, aproximadamente 12 nuevos amigos.  Me sentí muy contenta porque ellos pudieron conocer un poco más sobre esta enseñanza.  Así, siempre transmito este budismo a las personas con que me encuentro, y las insto a cantar Nam-myoho-renge-kyo para que puedan ser felices a través del camino de su conocimiento interior.

Mi deseo de ser parte de la felicidad de los demás y mi aspiración a contribuir me llevaron a embarcarme en un proyecto comunitario en el cual trabajo actualmente.  El año pasado, la institución en la que laboro iba a botar los libros de su biblioteca.  Estando totalmente en desacuerdo con tal hecho, le pedí a los jefes que por favor me permitieran llevarme esos libros, a lo cual accedieron sin problema.  Los libros sumaban aproximadamente 300, con lo cual pensé que tal cantidad de libros tenía que ser puesta al servicio de la comunidad, y así nació la idea de crear un espacio en el que los niños, jóvenes, y personas en general tengan la oportunidad de encontrar información y explorar temas de su interés.  A medida que pasaba el tiempo y pensaba cómo realizar esta idea, decidí que el espacio podía ser usado además para otros fines, de esa manera, es que me propuse abrir un centro cultural.  Mis padres accedieron el cederme un espacio de su casa en Villa el Salvador y con ello empecé a coordinar con un grupo de compañeros la apertura del centro.

Los días pasaban muy rápido y yo no podía hacer mucho puesto que mi trabajo en la institución para que laboro es de tiempo completo, entonces decidí que dedicaría mis vacaciones a concretar la apertura de este centro cultural.  Precisamente salía de vacaciones en diciembre, así que pude utilizar el dinero de mi gratificación y otro extra en los arreglos del espacio y comprar demás cosas necesarias.   Agradezco a mis padres que me apoyaron para realizar este proyecto así como a mi hermana y compañeros que dedicaron y siguen dedicando su tiempo en el mismo.

Después de mucho trabajo conjunto, pudimos inaugurar el local el día 22 de enero de este año.  Ese día se convirtió en uno realmente inolvidable para mí porque era la culminación de un largo trabajo preparatorio y el inicio de muchos sueños de todo lo que mis compañeros del centro cultural y yo queríamos transmitir a la comunidad.  Muchos artistas sumaron su contribución para que este evento fuera realmente exitoso: ese día hubo muralización, proyección de películas y música en vivo.  Inesperadamente tuvimos la visita del regidor de cultura y educación de la municipalidad de Villa el Salvador, quien junto a la Sra. Elba de López inauguraron el local.  Asimismo, la inauguración fue anunciada por la radio StereoVilla, en la que posteriormente nos han concedido entrevistas para difundir nuestra labor.  Por otro lado, nuestra inauguración fue transmitida también por un canal televisivo local.  Antes de la inauguración, mi papá, mi hermana, la Sra. Elba y yo hicimos gongyo y daimoku por el éxito de nuestras actividades en el centro cultural, y de tal forma es como se ha ido dando nuestro avance.

Inauguramos el centro cultural con el nombre “Casa Cultural Yuyay”, esta última palabra es un término quechua que significa “recordar”.  Decidí ponerle ese nombre por la idea de conocimiento enseñada por el antiguo filósofo Platón, quien afirmaba que el conocer no era un proceso externo, sino más bien todo lo contrario, se trataba de un recordar, un volver en sí, un re-descubrir, ver lo que ya se encontraba en él porque había estado allí siempre.  Considero que la reminiscencia platónica va acorde con las enseñanzas del budismo, que afirman que todas las verdades pueden hallarse realmente dentro de uno mismo.  Y es que la Casa Cultural Yuyay se creó para ser un espacio en el que todos, es decir, el ciudadano de a pie, pueda manifestar el arte que está inherente a él, para demostrar que éste no es algo exclusivo, sino más bien que es un modo por el cual el ser humano, en general, puede hallar una forma de expresar algo más que la realidad.  En ese sentido, considero que es una visión alineada con el budismo de Nichiren Daishonin, quien basa su enseñanza en la idea de que la budeidad no es algo exclusivo de ciertas personas, sino más bien, un estado de vida inherente al “mortal común”.

Desde que inauguramos, hemos venido realizando diversas actividades: en lo que tuvimos del verano realizamos un taller de audiovisuales en el que los niños que participaron en él hicieron su propio cortometraje con las técnicas que habían aprendido en el taller.  Asimismo, realizamos recitales y proyecciones de películas.  Este mes realizamos también un evento por el día de la mujer, en el cual hubo música en vivo, poesía y un mural en el que los asistentes pudieron manifestar sus pensamientos y mensajes hacia la Mujer. El grupo de Yuyay se siente muy contento ya que en cada visita que tenemos de un artista, este manifiesta su alegría y satisfacción por la experiencia que tienen en nuestro espacio.  Asimismo, recibimos la visita de muchos niños quienes despiertan su interés por la lectura cuando exploran los libros de la biblioteca que hemos puesto al servicio de la comunidad.

Hemos realizado un plan de actividades anual en el que cada mes se trata una temática específica, y queremos involucrar a la comunidad en la concientización de estos temas.  Nuestro trabajo recién ha empezado y tenemos mucho por hacer. Nuestro propósito de generar cambios en la comunidad a través del arte, sobre todo enfocándonos en los niños y adolescentes, no es una tarea fácil, sin embargo, nos esforzaremos para realizarlo.

Oro al Gohonzon para tener sabiduría y poder seguir trabajando de la mejor manera en este proyecto, por mantener en mi corazón el deseo de ayudar a los demás, de contribuir con la comunidad y por transmitir mucha felicidad a las personas a mi alrededor, por tener fortaleza para luchar por el kosen rufu y seguir enseñando este budismo a la mayor cantidad posible de personas.   Me siento muy agradecida con la SGI porque es gracias a esta organización que he podido aprender a canalizar las enseñanzas de este budismo de un modo que vaya más allá de lo individual, y agradezco a mi mentor, el Dr. Daisaku Ikeda porque con su amor compasivo se ha preocupado por escribir tanto para poder explicar las enseñanzas del budismo de manera comprensible al contexto actual. Mi deseo es poder reportar mis actividades a él y también volver a California, donde está mi alma mater, la Universidad Soka de América, para compartir con mis compañeros el trabajo que realizo en mi localidad en Perú.