Hoy salió el sol en Lima, y eso, por sencillo que parezca me alegra demasiado... Me hace apreciar doblemente la vida! Hoy casi no hago mi gongyo (recitación del Sutra de Loto) en la mañana, pero me vencí a mí misma y lo hice. Hace días que quiero volver a postear en este blog que creé hace un poco más de 2 años, que por pereza lo he tenido algo o bastante abandonado, y hoy, sí! lo estoy haciendo.
Cada post aquí ha sido muy estudiado, muy reflexionado, muy meditado, y es porque desde su creación su objetivo fue enseñar de manera sencilla a aquellos que se encuentran interesados en esta hermosa religión, folosofía, estilo de vida: el Budismo... el Budismo del Sutra de Loto de Nichiren Daishonin. Y es que justamente lo creé en una etapa muy importante en mi vida, porque descubrí muchas cosas dentro de mí misma gracias a las muchas horas de oración que me encontraba haciendo y muchas horas que le dediqué al estudio del Budismo, por eso, estos posts tienen mucho estudio mío detrás -y también experiencias.
Esta vez, que me animo a postear después de mucho tiempo, se trata de un escrito que realicé junto a mis amigos y compañeros de fe: Ynes Zamata, Karina Garayar y Rafael Abarca. Lo escribimos en marzo de este año para un evento en el que el tema principal fue la dignidad de la vida desde la perspectiva budista. Espero los dé una visión de esperanza, porque fue con ese objetivo que lo escribimos.
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Vivimos en una sociedad que se
encuentra emboscada en un círculo de conflictos y carencias, lo cual para
algunos suele ser una justificación de la pérdida de valores. Frente a esto puede encontrarse personas que
demuestran desacuerdo a estas actitudes, sin embargo, tal desacuerdo no es
suficiente cuando no se toman acciones concretas en pos de un cambio. No basta con pensar y hablar sobre este
punto, sino que es necesario iniciar acciones que den validez a estos
pensamientos y palabras (PS 1938, 2).
Cuando hablamos de acciones
concretas nos referimos a aquellas que están basadas en un fundamento valido lo
cual se puede encontrar en una filosofía de vida humanista. La causa del desorden social y de los muchos
acontecimientos trágicos que hemos estado viendo finca en que las personas han
sido atrapadas por una línea de pensamiento que olvida dar importancia
primordial al ser humano (NRH 4, 264).
Es por ello, que el pueblo necesita adoptar una visión diferente en la
que pueda hacerse relucir la validez del potencial de cada uno, lo cual se
evidencia en el respeto a la dignidad de la vida.
La dignidad de la vida es un
criterio universal y absoluto… El
universo entero y cuanto el contiene es algo vivo que tiene dignidad. Las
partes inanimadas e inorgánicas de la naturaleza tienen dignidad. Hay dignidad
en la tierra, el aire, las rocas, los manantiales, los ríos, los mares. Si los seres humanos violamos la dignidad de
estas cosas, violamos también nuestra propia dignidad... La fuerza vital que
penetra todas las cosas, tanto animadas como inanimadas mantiene una magnifica
armonía en todo el mundo de la naturaleza. El propio hombre no es más que una
parte de ese mundo y al dañarlo el mismo se daña. El budismo ve toda la naturaleza, a decir
verdad, todo el universo como una inmensa fuerza vital… La dignidad de la vida
no tiene equivalente alguno: nada puede sustituirla. Hoy la gente exige una multitud de valores, cada
cual aspira a desarrollar su propio sistema de valores. Aunque esta tendencia
puede aceptarse, me parece que aun admitiendo el mérito de la variedad debemos
también buscar un concepto de valor en sí que sirva como fundamento común a
muchas clases de valores. Sin ese fundamento común no podría existir la
cooperación y la confianza mutua entre los hombres. En última instancia creo que el valor del
hombre y la dignidad de la vida llenan los requisitos de este fundamento común
(Escoge la Vida/NE 221, 2).
El respeto a la dignidad de la
vida es la respuesta que buscamos para el logro de una sociedad pacífica. Por ello, es importante cultivarla para el
desarrollo de nuestra sociedad. A fin de
que el respeto a la dignidad de la vida se convierta en una base firme y
significativa de otros emprendimientos, es necesario que en todo el mundo la
gente lo sienta y experimente de manera palpable, como un modo de vida. Con el objeto de lograr esa meta el Dr.
Daisaku Ikeda, en su propuesta de paz del año 2013 enviada a las Naciones
Unidas, propone los siguientes tres compromisos como pautas para la acción:
·
La determinación de compartir las alegrías y los sufrimientos de los
demás.
·
La fe en las posibilidades ilimitadas de la vida.
·
El juramento de defender y celebrar la diversidad.
El compartir las alegrías y los
sufrimientos de los demás es un acto al cual todos estamos siempre invitados
mediante el ya conocido discurso de la empatía.
Pero, ¿tiene la empatía un significado más profundo que el simple hecho
de “ponerse en los zapatos del otro”? Sobre
este punto el Dr. Daisaku Ikeda cita en su novela La Nueva Revolución Humana: La empatía genuina va más allá del
simple acto de compartir las aflicciones de los demás y lamentarse junto con
ellos. No se queda en meras palabras de
simpatía y de consuelo. Los que se
involucran verdaderamente actúan con arrojo y fortaleza para encontrar el modo
de ayudar a mitigar el dolor ajeno. Son
dueños de una valentía basada en la más profunda misericordia de una fe y una
convicción inconmovibles (NRH Vol. 4, 258).
Es cuando nos encontramos en situaciones de sufrimiento ajeno que
podemos poner de manifiesto esta cualidad que es inherente a nuestra vida y
hacer algo por recuperar la dignidad de las personas que están sufriendo.
De acuerdo al gran historiador
Arnold Toynbee, la naturaleza humana tiene dignidad, pero su dignidad nunca es
completa, sino que es precaria. Un ser
humano se dignifica en la medida en que es desinteresado, altruista, compasivo,
amoroso y devoto con otros seres humanos y el universo. Y es indigno en la medida en que se entregue
a su codicia y agresividad (Escoge la Vida/NE 221, 43). La dignidad de la vida existe como tal en
cada ser humano, sin embargo, el hacerla relucir depende de las acciones que
realizamos en el diario vivir. Porque la
dignidad de la vida no está separada de las inevitables tribulaciones de la
existencia humana; debemos relacionarnos activamente con los demás, compartir
sus sufrimientos y esforzarnos hasta la última gota de nuestra energía, si
deseamos abrir el camino hacia la auténtica felicidad para nosotros y para los
demás (Propuesta de Paz 2013, 17).
Este hecho de cultivar la dignidad de la vida con
acciones concretas no solo transforma nuestra vida, sino que nos lleva a poder
transformar nuestra sociedad. Cuando
hablamos de sociedad es inevitable pensar que la misma está compuesta por
personas de toda índole. Muchas de ellas
nos pueden parecer indignas, pero al respecto, el budismo enseña lo
contrario. El buda Shakyamuni nos enseñó
una parábola que ilustra este punto cuando se refiere a la historia del
bodhisattva Jamás Despreciar. El
bodhisattva Jamás Despreciar reverenciaba respetuosamente la naturaleza de Buda
inherente a cada ser humano y recitaba el 'Sutra del loto de los veinticuatro
caracteres'. Activamente iba al
encuentro de los demás, aunque los viera a la distancia, e iniciaba un diálogo
sincero. Sin embargo, había personas
arrogantes que respondían con ira y se burlaban de él, pero él nunca abandonó
su práctica de respetar a los demás. Valientemente iba al encuentro de la gente
arrogante que despreciaba a los demás. Nunca se daba por vencido. Siempre seguía esforzándose. En suma, tenía
una enorme perseverancia. Sus actos no son los de alguien pasivo. Su conducta encarna el supremo respeto a los
semejantes y la más noble conducta que pueda tener un ser humano" (Website
oficial de la Soka Gakkai Internacional).
Como se puede apreciar en la
descripción del bodhisattva Jamás Despreciar, éste no reparaba en mostrar su
reverencia ante cualquier persona, sea cual fuere su condición. La clave de este comportamiento radica en su
profunda comprensión de la Budeidad inherente que posee cada ser humano. Asimismo, se puede afirmar que el
comportamiento del boddhisattva Jamás Despreciar es el que encarna un sincero y
genuino cultivo por la dignidad de la vida.
Esto nos lleva a referirnos a la segunda pauta indicada para el logro de
una sociedad pacífica, es decir, la fe en las posibilidades ilimitadas de la
vida, en otras palabras, la convicción de que en la vida de cada ser humano
existe un potencial infinito que ha de ser descubierto y cultivado.
Muchas veces tendemos a
sentirnos estancados y sin salida por las circunstancias del presente, sin
embargo, es importante reconocer que las decisiones que tomemos en este preciso
momento pueden ser un nuevo punto de partida para una verdadera victoria. El buda Shakyamuni explicaba que la relación
entre la causa y el efecto no es inmutable, es decir, esta puede cambiar; que
nuestras acciones y actitudes en el momento presente se convierten en nuevas
causas que pueden originar resultados completamente diferentes, es por esa razón que el verdadero valor de
una persona se ve en sus acciones del momento (Propuesta de Paz 2013, 20). Es de vital importancia que comprendamos este
punto, ya que sólo siendo capaces de entender nuestro propio potencial podremos
comprender el potencial de todas las personas en nuestro entorno. El hecho de reconocer este concepto es
crucial para poder emprender las acciones concretas que nos conllevarán al
cultivo de nuestra dignidad en las inter-relaciones con los demás de nuestro diario
vivir. Es así como el tomar conciencia
de la dignidad propia nos conduce a accionar por el cultivo de la dignidad de
los demás.
La tarea de tomar conciencia de
la dignidad de uno mismo y la del entorno ha de estar basada en una visión
llena de esperanza. No tiene importancia
como ha sido nuestra vida hasta este momento: el instante en que tomamos
conciencia de nuestro valor original y determinamos cambiar las realidades
presentes, es cuando comenzamos a brillar con la luz de la esperanza… Sólo
cuando la esperanza se experimenta día tras día, como “la llegada de la
primavera”, podemos obtener logros al cultivar pacientemente, con alegría y
orgullo, las simientes de la posibilidad.
Únicamente entonces seremos capaces de tener un impacto positivo en quienes
nos rodean, mediante nuestra transformación interior, y de trabajar de manera
sostenida para mejorar la sociedad (Propuesta de Paz 2013, 22-23).
La esperanza, al igual que la
empatía, es una actitud de determinación que ha de estar acompañada de la acción. Sin embargo, ¿qué sucede cuando nuestras
acciones no van en concordancia con las de los demás? Es usual vernos involucrados en
circunstancias en las cuales nuestras ideas, formas de actuar, pensar y vivir
difieren mucho de las personas que son incluso cercanas a nosotros. Al respecto, puede que tendamos a hallar
dichas circunstancias como frustraciones que generen propensión al
conflicto. Las diferencias suelen ser
mal vistas, y es por eso que incluso se busca evitarlas. Al respecto, el Dr. Daisaku Ikeda manifiesta una perspectiva distinta: sostiene que es
gracias a la diversidad de identidades que siempre existe la posibilidad de
encontrar una forma de intercambio humano de persona a persona en el que haya
puntos de coincidencia y resonancia recíproca (Propuesta de Paz 2013, 27). En otras palabras, sí es posible descubrir
mucho de uno mismo en lo que consideramos distinto, y ese descubrimiento sólo
puede darse cuando nos inter-relacionamos con personas de puntos de vista
diferentes. He aquí el gran significado
e importancia de la tercera pauta que se refiere a defender y celebrar la
diversidad y la pluralidad de nuestras identidades.
No se trata de rehuir de o crear
juicios contra quienes poseen diferentes formas de pensar a las nuestras, si no
que muy por el contrario, debemos aprender a buscar la riqueza justamente en
los intercambios que tengamos con personas distintas a nosotros. Por ejemplo, uno siempre puede crear valor en
diálogos en los que se intente resaltar las convicciones y motivaciones
individuales –la riqueza de la personalidad– del interlocutor. A través de este diálogo genuino es que se
generan amistades valiosas entre personas que difieren en su visión de la
verdad. El Dr. Ikeda recalca que es
precisamente gracias a esas diferencias que el mundo se humaniza a través del
diálogo y que la rica diversidad de la vida resplandece en toda su gloria. Esa es, por sobre todo lo demás, la clase de
amistad, establecida por un intercambio de corazón a corazón (Propuesta de Paz
2013, 28).
Una amistad que tenga el poder
de desarrollar una radiante cultura de paz poseerá, en lo profundo, la
capacidad de hacernos disfrutar mutuamente de nuestra existencia, como seres
humanos que viven juntos en este planeta, así como la determinación de
proteger, a toda costa y más allá de cualquier diferencia, la dignidad
inherente a la vida de cada uno de nosotros (Propuesta de Paz 2013, 28). Es por ello que debemos enfrentar con alegría
y esperanza las circunstancias que aparezcan difíciles debido a las
diferencias, ya que son éstas las que nos abrirán el camino hacia un nuevo
descubrimiento del propio yo y del ser humano en sí.
Estas tres pautas pueden
resumirse en el compromiso por cultivar la dignidad de la vida a través de tomar
acciones concretas considerando estos tres puntos en nuestro actuar:
·
El amor compasivo que jamás abandona a los demás a su sufrimiento.
·
La sabiduría de percibir la igualdad y el potencial de la vida.
·
La valentía de convertir nuestras diferencias en el ímpetu para crecer
y elevar nuestra humanidad.
Tomar conciencia de la necesidad
del cultivo de la dignidad de la vida a través de poner en práctica estas tres
pautas conllevará que la vida de cada uno se comprometa al desarrollo de una
firme solidaridad, la cual es el camino para el desarrollo de nuestra sociedad.